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Capítulos de la vida naval a bordo
I. Subir por Alto
Nos reunieron en cubierta para escuchar al contramaestre del buque, un experimentado suboficial de tez rojiza, cuidado bigote, una cicatriz en la comisura de la boca y un impecable pito de maniobras colgado de su cuello con una elaborada rabiza. El “Viejo Pino” era un auténtico lobo de mar, de esos que al bajar a tierra caminan por el muelle destilando brea y sal. Con su voz gruesa nos explicó cómo debe trabajar la tripulación de un velero...
II. Romeo y Julieta
Completaban la dotación de subtenientes en instrucción varios oficiales extranjeros, a saber 2 ecuatorianos cuyo semblante no calzaban con el personaje buscado, tampoco los 2 paraguayos. Nunca nadie se los podría imaginar de sacerdotes. El japonés, ni pensarlo. Tenía aspecto oriental y no paraba de escribir en su pequeña libreta con caracteres indescifrables para los de ojos redondos. Los 2 australianos tenían demasiada cara de gringos y sólo podían pasar por pastores protestantes. Pero estaban los 2 neozelandeses. Los kiwis calzaban muy bien con nuestra idiosincrasia, tenían buen humor y apegaban a la tira para participar en cualquier tipo de actividades...
III. A pata pelá y con leva
⎯ Mire chiporro, usted sabe que estamos próximos a recalar en Curaco de Vélez y, como es habitual, el buque desembarca la sección de presentación, para hacer un desfile en la plaza frente a la estatua del almirante Riveros. En este acto participan las fuerzas vivas de la comunidad, encabezadas por el alcalde. Ese día está la Guardia Colorada a cargo del régimen de puerto. Por lo tanto, como esa es su guardia, usted va seleccionar 30 hombres y va a desfilar al mando de la sección. ¿Alguna pregunta?
IV. Tráete los violines Chico
Ya al anochecer se convocó a reunión de oficiales y el Comandante comunicó que se nos ordenaba segregarnos de la Escuadra y retro marchar a Puerto Montt. El viernes 19 de noviembre a las 12 horas deberíamos embarcar al Presidente de la República don Salvador Allende Gossens, a su invitado don Fidel Castro Ruz y comitiva de militares cubanos, con el fin de trasladarlos a Punta Arenas siguiendo la ruta de navegación por los canales del archipiélago austral...
X. Un debut de película
Nos encontrábamos a menos de 50 metros de la costa y desde el alerón de estribor podía observar 2 realidades muy diferentes. En nuestra toldilla divisaba al Nano que daba febriles instrucciones para sacar las trincas de las bombas de profundidad y soltarlas cuando el puente diera la orden de hacerlo. Mirando hacia la ciudad veía pasar las micros por la avenida Errázuriz, mientras algunos curiosos se detenían para ver a un buque de la Armada tan cerca de la costanera...
XI. El portaaviones anclado
La barcaza se había varado nuevamente aprovechando la pequeña playa que ya le resultaba familiar, para continuar desembarcando el resto de la carga con apoyo del material rodante. Los cargadores frontales habían abierto un precario sendero para facilitar la subida a la planicie. En este quinto día podíamos divisar desde lejos la faena mientras nos dedicábamos a la tarea de instalar el primer mástil de referencia para el sondaje. Estábamos en eso cuando alguien exclamó:
⎯ ¡Mi teniente, la barcaza…!
⎯ ¡Mi teniente, la barcaza…!
XII. Zarpe con la guardia
Al salir a cubierta para confirmar la novedad informada por Ramírez, pude apreciar que la situación había cambiado radicalmente. El viento estaba soplando desde el Norte, con unos 20 nudos o más. Las olas estaban comenzando a pasar por sobre la punta del molo y el buque, con 2 espías menos, se restregaba contra los neumáticos de la gran minería que se usaban para amortiguar los golpes. ..
XIII. Los APD en la Crisis del Beagle
El día 21 de diciembre de 1978 en Allen Gardiner pudimos apreciar que la posición de Flomar era muy cercana a la boca oriental del Beagle, alertándonos que el bombardeo y posterior desembarco anfibio en las Islas del Martillo probablemente tendría lugar en las próximas horas. Se nos comunicó la decisión de zarpar a primera hora para cubrir a máxima velocidad la distancia que nos separaba del objetivo. Al caer la tarde en todos los rincones del buque se escribían cartas de despedida a las familias...
XIV. Comisión al Sur
Nuestra estadía atracados al molo 500 duró sólo las horas suficientes para descargar unas cuantas cosas, recibir otras tantas y embarcar nuevos pasajeros. Algo similar ocurrió en Puerto Montt, salvo que, terminadas las faenas de carga y descarga, se decretó dar franco al personal y zarpar al día siguiente. Ni cortos ni perezosos, la mayor parte de la Cámara de Oficiales nos fuimos a Angelmó a degustar los consabidos mariscales con “tecito frío” y contratamos después a un botero para recorrer con toda parsimonia el Canal Tenglo. ..
XV. La grúa flotante
Volvimos a la Cámara de oficiales y encargué averiguar las dimensiones exactas de la lancha aguatera. En cuanto llegaron Ítalo se puso a hacer los cálculos de boyantez. La idea era determinar teóricamente si la lancha aguatera tendría la capacidad de seguir flotando cuando se le colocara un peso de 25 toneladas encima de la cubierta...
XVI. Caballería embarcada
Después de almuerzo se produjo la ruidosa llegada de un numeroso escuadrón de caballería y acordamos con el oficial a cargo el procedimiento de embarco. Para ello se habilitó un segundo portalón, más ancho que el habitual, a través del cual podían subir a bordo las cabalgaduras tiradas de sus riendas, para después conducirlas por la cubierta principal hasta el ascensor que las bajaría a la bodega.
Esta fue la parte más difícil del proceso. Los caballos no estaban dispuestos a subirse a una plataforma horizontal de fierro sin barandas. En su febril imaginación veían que los haría caer súbitamente hacia un oscuro y amenazante precipicio...
Esta fue la parte más difícil del proceso. Los caballos no estaban dispuestos a subirse a una plataforma horizontal de fierro sin barandas. En su febril imaginación veían que los haría caer súbitamente hacia un oscuro y amenazante precipicio...
XVIII. Falto al zarpe
Al entrar al departamento vimos que el suelo estaba lleno de papeles. No eran precisamente tarjetas de saludo ni cuentas de servicios, sino que una serie de mensajes que habían deslizado debajo de la puerta, todos los cuales me urgían a presentarme al Riveros durante el fin de semana. A esa hora del domingo el buque ya había zarpado con la Escuadra a Talcahuano por lo que técnicamente me encontraba en la condición de “falto al zarpe”, un incumplimiento gravísimo que se sanciona con la baja de la Institución, salvo en casos muy calificados...
XIX. Noche en Bahía Willes
Posiblemente el crucero no había fondeado suficientes paños de cadena, para darle más peso al ancla, o quizás el tenedero de fango a grandes profundidades no era suficientemente consistente. El hecho es que el efecto combinado del viento y la corriente hicieron garrear al buque de mayor tonelaje, arrastrando al destructor Riveros que estaba abarloado a su costado. El primero en detectar el peligro fue el Cabo González. Se dio cuenta que en la pantalla del radar el punto con la posición geográfica de los 2 buques se movía, disminuyendo progresivamente la distancia que ambos tenían a la costa de Bahía Willes...
XXI. El viejo Brooklyn
Los cruceros cumplían el papel de ser una escuela tradicional del servicio naval para oficiales y gente de mar, en una dotación que bordeaba las 500 personas. Sus mayores espacios de habitabilidad hacían que el Comandante en Jefe de la Escuadra (CJE) y los integrantes de su Estado Mayor se fueran alternando para dirigir la flota a bordo de cada uno de ellos. Para Raúl Lagos, nuestro comandante de ese primer año, “era lo mismo que navegar con la suegra a bordo”...
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